Más de 60 ciudades españolas y 30 capitales alrededor del todo el planeta han acogido las protestas de los indignados. En total, más de medio millón de personas han mostrado su malestar con las consecuencias de la crisis. En esta ocasión, el Pacto del Euro ha sido el centro de las iras de los manifestantes. Los episodios de violencia, la actuación policial y el futuro del movimiento 15-M acaparan el debate en la sociedad española.
La jornada reivindicativa comenzaba a las 9:00 de la mañana, cuando la primera de las seis columnas que marcharían sobre Madrid, iniciaba su trayecto desde el municipio de Leganés, situado al sur de la capital. Todas ellas convergerían en la Plaza de Neptuno en torno a las 14:00, a escasos metros del Congreso de los Diputados que permanecía fuertemente custodiado por agentes de policía. Según los organizadores, la madrileña plaza llegó a congregar hasta 150.000 manifestantes.
A lo largo del día, multitud de marchas recorrían las calles de más de 60 localidades españolas que en su conjunto y según los datos de la organización, superarían ampliamente el medio millón de asistentes. La más numerosa de ellas sería la de Barcelona, donde los convocantes hablan de más de 200.000 personas. Y otras 30 capitales del resto del planeta se sumarían a la jornada, destacando la convocatoria de París donde un centenar de los 450 participantes serían detenidos. También en Buenos Aires un grupo de indignados marchó desde la embajada española hasta Plaza de Mayo. En definitiva, esta ha sido una jornada histórica que quedará grabada en la retina de los españoles durante largo tiempo.
El éxito alcanzado está animando al desarrollo de nuevas acciones. Hoy mismo comenzaba en Valencia una marcha a pie con el objetivo de llegar a Madrid el 23 de Julio. Se espera que en su recorrido se vayan sumando participantes y que iniciativas similares partan desde otros puntos del país. Incluso los indignados valoran la posibilidad de convocar una huelga general al margen de las centrales sindicales.
Las consignas coreadas ayer a lo largo y ancho de la geografía española reclamaban una reforma de la ley electoral para que esta no beneficie a los grandes partidos, atacaban a las élites políticas y económicas y exigían que las consecuencias de la crisis económica fueran pagadas por aquellos que la generaron. Así, algunas de las consignas que podían escucharse eran “Zapatero, lacayo de los banqueros”, “lo llaman democracia y no lo es” o “no es una crisis, es una estafa”.
Pero si algo ha sido el centro de las iras de los indignados españoles es el Pacto del Euro, que será ratificado el 27 de Junio.
EL PACTO DEL EURO
Así se ha bautizado al acuerdo alcanzado en el mes de Marzo por los 17 países que forman parte de la moneda común más otros 6 países miembros de la Unión Europea. Su fin declarado es “responder a la crisis, preservar la estabilidad financiera y establecer los fundamentos de un crecimiento inteligente, sostenible, socialmente integrador y creador de empleo”. Con este objetivo se acuerda un paquete de medidas que suponen un nuevo ajuste sobre los trabajadores europeos.
Algunas de las medidas más controvertidas del Pacto del Euro son la reducción salarial a través de la vinculación de los salarios a la productividad y no a la inflación, la merma de la capacidad de negociación sindical colectiva, una mayor flexibilidad laboral que facilite el despido de trabajadores, el aumento de la edad de jubilación, la sustitución de impuestos directos por otros de tipo indirecto como el IVA y establecimiento por ley de topes de déficit público en los Estados signatarios.
Desde sectores de la izquierda, este duro paquete de medidas de ajuste es interpretado como una imposición de la Canciller Ángela Merkel para que Alemania no abandone a su suerte a las economías de los socios europeos más débiles. En el marco de este acuerdo se explican algunas de las últimas medidas adoptadas por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que, ante la falta de acuerdo entre la patronal y los sindicatos españoles, recientemente se vio obligado a reformar la legislación sobre negociación colectiva.
A su vez, el futuro inmediato de la economía española cada día es más incierto. El incremento de la conflictividad social en las calles españolas, los movimientos especulativos con respecto a la deuda española en los mercados financieros y la inestabilidad de un gobierno amortizado aumentan la incertidumbre. A la par, los problemas de Grecia para afrontar el pago de su deuda a pesar de las multimillonarias ayudas, hacen aparecer el fantasma del rescate financiero sobre la economía española.
Cada vez son más los que contemplan esta posibilidad a la vez que la estiman inviable dado el tamaño de la economía española. Algunos cálculos sitúan en torno a los 750.000 millones de euros el coste de un hipotético rescate español. Una cifra que pondría en serio riesgo el futuro de la moneda única y de la propia Unión Europea.
EPISODIOS DE VIOLENCIA Y POLÉMICA ACTUACIÓN POLICIAL
Una vez cumplido el mes de protestas generalizadas en casi todo el territorio nacional, se hace más evidente la práctica imposibilidad de alcanzar acuerdos entre los indignados y el poder político. El cansancio de ambas partes ante una situación tan enconada, ha derivado en varios episodios de violencia de cuyo origen se acusan unos a otros. Al desalojo de Plaza Cataluña en Barcelona y a los enfrentamientos entre policía y manifestantes en Valencia, se ha sumado la polémica de los disturbios a las puertas del parlamento autonómico catalán el pasado día 15. En esa fecha se aprobaban los nuevos presupuestos autonómicos, con una reducción en su cuantía de un 10% que se traducía en diversos recortes en las políticas sociales. La protesta pacífica que pretendía impedir el acceso de los diputados se tornó violenta de forma premeditada por el accionar de un pequeño grupo de manifestantes.
Esta actitud está siendo utilizada con el fin de desprestigiar al conjunto del movimiento 15-M, pero este se ha desmarcado de los acontecimientos y los ha rechazado. Es más, miembros del movimiento han dado a conocer un video en el que muestran a miembros de las fuerzas de seguridad del Estado infiltrados entre los manifestantes y a los que acusan de ser los causantes de los altercados.
La polémica al respecto de la actuación del cuerpo de policía aumenta al calor de estos episodios de violencia y de determinadas detenciones, que si bien no van dirigidas directamente contra los indignados, si parecen guardar cierta relación. El 10 de Junio eran detenidos tres miembros de Anonymous en diferentes puntos del país, acusándoles de ser la cúpula de esta red en España y de dirigir ataques contra diversos bancos, empresas y gobiernos. Desde entonces esta operación es objeto de mofa en las redes sociales españolas, ya que una de las características que define al grupo hacker Anonymous es precisamente la ausencia de cúpulas dirigentes.
Por otro lado, el día 14 son detenidos en Asturias 5 miembros del Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), algunos de ellos vinculados a acampadas de localidades asturianas, acusados de actos terroristas en el transcurso de una protesta laboral que tuvo lugar durante el mes de Enero. Tres de ellos son trasladados a Madrid para ser puestos a disposición del tribunal que entiende de delitos de terrorismo, la Audiencia Nacional, siendo puestos en libertad dos días después de la detención tras estimarse que no hay lugar para tal acusación.
Sectores cercanos al movimiento de los indignados entienden estas detenciones como un intento de amedrentar al conjunto del movimiento 15-M y a las organizaciones que les pudieran estar apoyando. Aseguran estar viviendo una escalada de presión y persecución por parte de las fuerzas de seguridad, que temen siga creciendo en caso de que la llamada Spanish Revolution mantenga su presencia en las calles españolas.
FUTURO DEL MOVIMIENTO 15-M
Además de los episodios de violencia y las actuaciones policiales, el otro gran debate es cuál será el futuro del movimiento 15-M. Sin duda que este es incierto, en tanto en cuanto estamos hablando de un movimiento que hace poco más de un mes ni siquiera existía. Y aún más cuando se trata de un movimiento de nuevo tipo, que difícilmente resiste comparaciones con otros anteriores, y en el cual las nuevas tecnologías de la información y la comunicación tienen un papel fundamental. Por tanto, se antoja muy difícil aventurar su futuro incluso a corto plazo.
Algunos analistas políticos y sociólogos interpelan a los indignados y les conminan a constituir alguna suerte de entidad jurídica a través de la cual canalizar las demandas que se están realizando en las plazas españolas. Pero la variadísima composición del movimiento haría imposible la simple constitución de nada semejante, entre otras cosas porque negaría sus propios principios asamblearios.
Para valorar el futuro del movimiento hay que tomar distancia con los esquemas organizativos tradicionales. Probablemente su futuro sea ya el presente, es decir, un abierto asamblearismo donde confluyan diferentes tradiciones, reivindicaciones y luchas que poco a poco vayan estableciendo una agenda política alternativa a la de las élites políticas y económicas. Lo cual no es óbice para que su propia estructura interna vaya evolucionando, dotándose de una mínima organicidad y de un calendario de protestas, combinando la participación y la acción en la calle con el debate y la propaganda en internet.
En este sentido, las últimas acciones en la que se han implicado los indignados no sólo les han devuelto la frescura inicial, sino que además amplían su respaldo social. En la última semana grupos de jóvenes pertenecientes al movimiento 15-M han conseguido impedir que diversas familias de Madrid, Cataluña y Baleares fueran desalojadas de sus viviendas al no poder hacer frente al pago de sus hipotecas. Desde el comienzo de la crisis, más de 100.000 familias españolas has recibido una orden de desahucio al no poder hacer frente a sus obligaciones hipotecarias. Quizás este tipo de acciones marquen el rumbo a seguir por un movimiento al que hace un mes se le auguraba muy poco recorrido y que está demostrando tener mucho más vigor del esperado.
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