“¡Liberad al Kraken!”, ordena Zeus en ese pastiche cinematográfico de mitología greco-nórdica llamado “Furia de Titanes”. A partir de ese momento, los habitantes de Argos comienzan a pasarlas canutas hasta que Perseo les saca las castañas del fuego. Parece ser que alguien amenaza con dar una orden similar en el Partido Popular, como si fuera el pistoletazo de salida para un terremoto interno. No tengo claro qué papel quería representar ayer Esperanza Aguirre, pero hizo temblar los cimientos de la sede popular. ¿Quería dejarse ver como el Kraken, amenazando con venir a destrozarlo todo para de los restos reconstruir la derecha española en formato ultra? O, por el contrario, ¿pretendía aparecer como Perseo, enseñando una regeneracionista cabeza de Medusa neocon que convierta la ira pública en piedra inerte, salvando así la amenazada Argos de la calle Génova?
Realmente, me es indiferente si ayer salió a la palestra Esperanza Kraken o Perseo Aguirre. Independientemente del futuro partidario de los habitantes de Génova 13, la realidad es que el objetivo final de cierto sector de la derecha política, económica y mediática española es el redoble ultraneoliberal del devenir de nuestro país. Y para desplegarlo sobre los escombros del deficitario Estado de Bienestar que hemos podido disfrutar, se están mostrando dispuestos incluso a acabar con la arquitectura política de 1978.
El caso Bárcenas es la prueba definitiva de que la corrupción política está instalada en todas las instituciones del Estado y en los centros de poder económico del país. Prueba definitiva que viene a sumarse a muchas otras: EREs andaluces, trama Gürtel, Urdangarín, ITV catalana, etc… Junto a ello, la subordinación de la política económica al pago de la deuda que consagraron constitucionalmente PP y PSOE y el proceso de destrucción de derechos sociales, evidencian que las instituciones son incapaces de dar una respuesta mínimamente satisfactoria a la necesidades de la mayoría del país. Y así, corrupción, pérdida de soberanía y retroceso social finiquitan el proyecto político surgido de nuestra poco modélica y tutelada transición.
Amortizado el régimen del 78 y en proceso de derribo el gobierno de Rajoy, los sectores más conscientes de la derecha política y económica han comenzado a mover ficha. Y ya se dejan ver peligrosos mesías que producen hilaridad cuando comienzan a hablar de regeneración. Junto a la ya habitual Rosa Díez, cuyo proyecto político se formó como eventual sustitutivo del partido tradicional de la derecha conservadora española, ha asomado la cabeza el criminal de guerra de Irak, José María Aznar, y una renovadorísima política que lleva viviendo del Estado más tiempo que el que escribe caminando sobre la faz de La Tierra, Esperanza Aguirre.
Los krakens de la derecha están haciendo su juego, demostrando que son muy conscientes del momento político que vivimos y siguiendo una hoja de ruta lógica a sus intereses. De tamaños monstruos de la regresión social solo obtendremos una regeneración política en términos reaccionarios, cuya lucha real contra la corrupción no podemos esperar que vaya más allá de hacerla desaparecer convirtiéndola en legal. Y es que para algo llevan décadas practicando amnistías fiscales a defraudadores, indultos a corruptos y sospechosas privatizaciones. Quienes representan a los intereses de los saqueadores de los bienes públicos, quienes tras su paso por el Consejo de Ministros se instalan en los consejos de administración de los corruptores, no pueden ofrecer más que escenarios mejorados para el ejercicio de una plutocracia perfeccionada.
Lo que más me preocupa es que, ante tamaño ataque a los intereses de la mayoría y viendo que podríamos estar asistiendo a la representación de una operación que conduce a una regresión democrática, la izquierda no sea capaz de aparecer como un Kraken que amenace al poder oligárquico. Y esto, en parte, es producto del relativo éxito que está teniendo el mensaje creado por los mismos falsos mesías que vienen al rescate. Con un discurso que tacha todo lo político de corrupto pretenden invalidar las alternativas reales existentes, lo que les dejaría totalmente libres las manos para hacer y deshacer a su antojo. Pero la realidad es que los fenómenos de corrupción afectan fundamentalmente a una casta política que lleva más de 30 años detentando el poder. Una casta a la que ellos mismos pertenecen y que está subordinada a los poderes económicos tradicionales que perviven en España.
Así las cosas, cabría asegurar que el periodo constituyente está en marcha. Pero mucho me temo que los arquitectos sistémicos nos han tomado la delantera y ya se están afanando en un lavado de cara que lo deje todo como estaba en términos de poder político y económico real. O aún peor, para que este sea detentado con una vuelta de tuerca despótica. A ello hemos de oponer un contrapoder que, desde la movilización permanente, reivindique la apertura de un proceso constituyente democrático que haga inevitable una salida a la crisis en términos de progreso. Profundización democrática a nivel político y económico, extensión y blindaje de derechos sociales y recuperación de la soberanía nacional se tienen que constituir en las reivindicaciones irrenunciables de pueblo que, ante los ojos de los centros de poder político y económico, se convierta en su temible, arrollador y particular Kraken.
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