Hace ya más de 2300 años que Aristóteles definió al hombre como un animal político. Con esta definición el filósofo griego pretendía dejar claro que el hombre necesita de la comunidad política para alcanzar la “felicidad”. Y por tanto, podríamos decir que todo lo que afecta a nuestra comunidad no deja de ser de una u otra manera una cuestión política. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos toda nuestra vida está afectada por decisiones que se toman en algún ámbito político y/o institucional. A partir de esta realidad, y en tanto en cuanto todos tenemos opinión sobre los que nos rodea, no existe el apoliticismo.
Otra cosa sería hablar del apartidismo, cosa muy diferente del apoliticismo. Evidentemente el hecho de tener un pensamiento político más o menos formado no supone necesariamente que este coincida con los postulados de un partido político concreto y mucho menos que este pensamiento te lleve a organizarte en el. Pero en todo caso, a la hora de actuar en nuestra comunidad política cada uno es muy libre de organizarse como y donde considere oportuno, es más, incluso de decidir en que foros se forma una opinión política. El problema surge cuando esta organización no solo se utiliza para hacer una propuesta política a la comunidad, sino que se transforma en un medio para paralizar e incluso cortar de raíz la capacidad de propuesta que surge desde otras instancias organizadas de la propia comunidad. Este es el punto dónde el animal político se transforma, cambia su naturaleza esencialmente democrática por una básicamente dictatorial, casi podríamos decir que se torna en su contrario… casi podríamos definirlo como el político animal. Este nuevo ser no concibe más pensamiento que el suyo, no es capaz ni de intuir más inteligencia que la suya, no ve más razón que la propia. Y por tanto, el político animal se ve en la necesidad de hacer todo lo necesario para que sus conciudadanos no se salgan del redil y vayan de su mano, la mano de la razón, de su razón.
Algo así viene sucediendo en los últimos cuatro meses en el movimiento vecinal de nuestra comunidad política más cercana, en la Federación de Asociaciones de Vecinos de Gijón. Como es bien sabido esta ciudad se enfrenta a la operación urbanística más importante de su historia con la eliminación de la barrera ferroviaria. Lógicamente esta federación tomó postura, y lo hizo de forma unánime, con respecto al tema. Una postura reivindicativa frente a lo que se proyectaba desde las administraciones implicadas y que se consideraba una solución incompleta, parcial y que no aseguraba la efectiva eliminación de la barrera, es más, que generaba nuevas barreras arquitectónicas (léase nueva estación intermodal semisoterrada de Moreda). Gran pecado el que se cometió, especialmente si tenemos en cuenta que este es un año de elecciones municipales, por lo que hay a quien ciertos temas le conviene que sean tratados a posteriori. Y no tardaría en aparecer la manada de políticos animales para purgar nuestras culpas. Aprovechando la ausencia del Presidente de la Federación dado a una baja por enfermedad y el consiguiente cambio en la correlación de fuerzas en la Junta Ejecutiva, se comenzó una política de paralización completa de las iniciativas vecinales con respecto al tema, agarrándose desde las más espurias “cuestiones de redacción” hasta la ocultación de documentos y tergiversación de acuerdos anteriores si era necesario.
La mayor desvergüenza en todo este proceso consiste en la acusación constante por parte de este grupo hacia el resto de actuar por intereses partidistas, de que supuestamente algunos estamos manipulados por no se sabe que organización política. Sorpresas nos llevaríamos si viéramos los carnets que cada cual lleva en su cartera. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es quien ha estado y participado constantemente en el movimiento vecinal gijonés, independientemente de su postura, y quien ha aparecido únicamente en el momento indicado para parar una iniciativa reivindicativa frente al consistorio gijonés, especialmente cuando en su inicio la postura era unánime. Porque eso es lo que ha pasado en la última Junta Directiva, dónde tras años de ausencia han vuelto a participar ciertos compañeros, precisamente para desarticular la comisión dónde se intentaba desarrollar el trabajo con respecto a la barrera ferroviaria. Porque toda manada tiene su líder, y la del político animal también, y no es muy difícil imaginar en que despacho reside y desde el cual dirige sus tropas. Lógicamente, un despacho que se quiere conservar.
Frente a este nivel de despropósitos nuestra preocupación es creciente. Porque se está quebrando la democracia interna de la federación a base de desembarcos y con ello se está poniendo en peligro la independencia del movimiento vecinal gijonés y, por tanto, su propia supervivencia. En la federación cabemos todos, pero teniendo presente que nuestra función es la de defender los intereses del conjunto de la ciudadanía gijonesa. Quien no cabe es quien utiliza este foro únicamente para intereses ajenos al movimiento vecinal utilizando todo tipo de artimañas, quien no cabe es el político animal. O se cambia esta actitud o flaco favor estamos haciendo a la ciudadanía de Gijón. Esperemos no volver a tener que sufrir divinas intervenciones del político animal.
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