Comienza un nuevo curso político, quizás el más importante de los
últimos 30 o 40 años para esta eterna indefinición llamada España. La
importancia reside en que, por primera vez en todo este tiempo, estamos en
condiciones de virar el rumbo marcado por la oligarquía dominante y la casta
(sí, la casta) política que la sirve, defiende y representa en las instituciones
del Estado y que se cimienta en los dos pilares del bipartidismo.
El rumbo marcado hasta el momento con timón impasible ya sabemos a
dónde nos está llevando. La agenda neoliberal está configurando una España y
una Europa postrada a los pies del capital transnacional, en las cuales los
derechos laborales son pisoteados, las políticas sociales languidecen bajo la
falta de financiación cuando no son directamente eliminadas, la democracia
material hace tiempo que no se la ve y hasta la formal va por el mismo camino,
la protesta social se criminaliza con constantes vueltas de tuerca, el sur de
Europa es condenado a la pesadilla de servir copas y tapas descartando
cualquier nuevo sueño industrializador, la sanidad y la educación se
mercantilizan, etc…
Desde Maastricht hasta hoy y especialmente en estos últimos años de
crisis, machaconamente se nos ha repetido que no hay rumbos alternativos, que
navegábamos por un río en el cual sólo se podía ir en una dirección… y parecía
que nos dejábamos llevar por la corriente. Pero al fin parece que hemos decidido
rebelarnos, pegar un puñetazo sobre la mesa y señalar la evidencia: en política
las alternativas son múltiples y la izquierda tenemos una al neoliberalismo.
Ahora nos toca (a la izquierda, a toda la izquierda) decidir qué papel
queremos jugar. Tenemos dos posibilidades: ¿queremos ser una oposición fuerte
con un gran grupo parlamentario o queremos el poder? La primera posibilidad ya
casi está asegurada analizando los últimos sondeos electorales. Ahora bien, si
queremos el poder, el primer paso es alcanzar el gobierno y eso puede ser posible
si afrontamos nuestras tareas históricas en el año largo que queda de aquí
hasta las próximas elecciones generales (ausencia de adelanto electoral
mediante).
La primera tarea es asumir y reconocer la nueva composición de la
histórica pluralidad de la izquierda española. Un reto que no debería ser
difícil ya que hoy es esa nueva pluralidad la que nos ha puesto en disposición
de ganar.
A la par de lo anterior, poner en valor la tradición histórica de
largos años de lucha de todas las expresiones de la izquierda transformadora,
con sus aciertos y sus errores, que puede ser fundamental para comprender las
bases de nuestros aciertos pasados y las causas de nuestros errores y derrotas
para no volver a repetirlos.
Como consecuencia de lo anterior, desterrar sectarismos de múltiple
signo, basados en certezas ideológicas, patriotismos de siglas, monolitismos
organizativos, adanismos supuestamente exentos de todo pecado original, etc… La
certeza ideológica propia y el cariño hacia su proyecto organizativo no pueden
volver a ser causa de una nueva derrota, exprésense las anteriores como se
expresen.
A partir de ahí, la búsqueda incesante del encuentro. No para crear
una nueva sopa de siglas, no para armar un nuevo foro de reproches, no para
generar un nuevo espacio de competencia… Nuestra misión ha de ser impulsar un
movimiento político de gran profundidad democrática que se fragüe sobre un
nuevo proyecto de país, un programa que destierre para siempre el infierno
neoliberal. Que aproveche las muchas y ricas experiencias de lucha, que
incorpore la sabiduría de la larga tradición de la izquierda, que aproveche la
capacidad de los nuevos liderazgos emergentes, que sepa que se puede, que
quiera y que gane. Esta es la manera no de sumar fuerzas, sino de
multiplicarlas con un programa en el cual se expresen las esperanzas de la
mayoría, del 99%, de la clase obrera y los sectores populares... que cada uno
le ponga la etiqueta que más le guste.
En los próximos meses han de darse los primeros pasos para generar el
marco de la confluencia. Si bien ésta no ha de ser únicamente una confluencia
de fuerzas políticas, sí éstas son fundamentales para plantar la semilla del
movimiento. Izquierda Unida y Equo ya han explicitado su voluntad para ello. La
próxima asamblea de Podemos debería dar el definitivo pistoletazo de salida al
proceso, para que éste sea generalizado ya que en localidades concretas ya es
una realidad.
En el ámbito concreto de Gijón, hemos de esperar a que en Izquierda
Unida ordenemos nuestra casa tras los tristes y públicos enfrentamientos
internos de los últimos meses. Un enfrentamiento que ha de terminar el próximo
4 de Octubre con la celebración de nuestra asamblea, a la cual se llegará con
un nuevo Coordinador elegido por consulta a toda la militancia. Es obligado
para la buena imagen de la organización que los debates se den con el debido
respeto a l@s compañer@s, que el proceso sea pulcramente democrático, que la
integración de todas las partes figure en el resultado final y que la vieja
dirigencia dé un definitivo paso al costado, desterrándose para siempre determinadas
prácticas caducas. Por último, para salir fortalecidos del proceso asambleario,
tod@s hemos de comprometernos a colaborar con la nueva dirección, independientemente
de donde nos hayamos situado cada uno en el proceso. Y es que, para encontrarse
con otros compañeros y compañeras de la izquierda, primero hemos de
encontrarnos con nosotros mismos.
De esta asamblea hemos de salir con una clara y decidida voluntad de
poner en marcha el proceso de confluencia de la izquierda local, que esperemos
sea bien recibido por el resto de fuerzas políticas y sociales de la izquierda.
A partir de ese momento, si conseguimos encontrarnos, nos espera el año más
importante y más esperanzador que muchos hemos vivido en todas nuestras vidas. Y
es que, en definitiva, las tareas de la izquierda, por primera vez en mucho tiempo,
se pueden resumir en una sola: GANAR.
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