Los conservadores españoles obtienen una contundente victoria por mayoría absoluta. El Partido Socialista sufre la peor derrota de toda la actual etapa democrática. El anuncio del abandono de la lucha armada de ETA lleva a la izquierda abertzale a los mejores resultados de su historia. Analizamos los retos inmediatos de vencedores y vencidos.
El conservador Partido Popular ha conseguido una amplia mayoría que le permitirá gobernar España en solitario durante los próximos 4 años. El partido liderado por Mariano Rajoy, que será el próximo Presidente del Gobierno, ha obtenido 10’8 millones de votos que suponen el 44’6% del electorado y le reportan 186 diputados, 10 más de los que marcan la mayoría absoluta. Por su parte, el Partido Socialista de Alfredo Pérez Rubalcaba, ha sido respaldado por casi 7 millones de electores, el 28.7% de los votos, lo que le concede 110 diputados.
Este resultado, el mejor de la historia de los conservadores, se fundamenta en la debacle del Partido Socialista que, a su vez, ha cosechado sus peores resultados en el actual periodo democrático. Mientras que el Partido Popular ha incrementado sus votos en poco más de medio millón, los socialistas han perdido 4’3 millones con respecto a las elecciones de 2008, lo que demuestra un fuerte castigo del electorado de izquierda que se ha decantado por opciones minoritarias o por la abstención, el voto en blanco o el voto nulo.
Otras fuerzas que han salido reforzadas de la convocatoria electoral de ayer son la derecha nacionalista catalana de Convergencia i Unió (CiU), que alcanza los 16 diputados; la coalición Izquierda Unida (IU), que pasa de 2 a 11; Unión, Progreso y Democracia (UPyD) de la ex socialista Rosa Díez, que pasa de 1 a 5 diputados; y la nueva coalición de la izquierda independentista vasca Amaiur, que entra con fuerza en el Congreso de los Diputados con 7 en las primeras elecciones sin violencia por parte de ETA.
De esta manera, la práctica totalidad del territorio español está dominado por el Partido Popular, con la excepción de Cataluña, donde vence CiU, y el País Vasco, dónde la coalición en la que participa la izquierda abertzale se ha convertido en la primera fuerza política en número de diputados. El PSOE únicamente mantiene la mayoría en las provincias de Sevilla y Barcelona.
El candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, reconocía su derrota poco después de las 10 de la noche, en una comparecencia en la que declaraba que “el PSOE no ha tenido unos buenos resultados, hemos perdido claramente las elecciones”. Pero desde ese mismo momento asumía el rol opositor y se comprometía a trabajar en defensa de los “derechos y seguridades básicas que cohesionan” la sociedad, dando a entender que el gobierno del Partido Popular supondrá un retroceso a nivel social.
Por su parte, un comedido Mariano Rajoy comparecía con un discurso integrador en el que afirmaba que "gobernaré al servicio de España y de los españoles, procurando que, por ninguna circunstancia, nadie se sienta excluido de la tarea común". Intentaba así calmar las voces más críticas que prevén un paquete de medidas antisociales de ajuste en los primeros meses de gobierno del líder conservador.
LOS RETOS DE RAJOY
La dura crisis económica que atraviesa Europa adquiere tintes dramáticos en España a nivel laboral con 5 millones de desempleados. Esto, junto con las medidas de ajuste que ha adoptado el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, ha sido lo que ha aupado al poder a Mariano Rajoy. Esta situación ya dibujaba un escenario tremendamente favorable a los intereses electorales de los conservadores españoles. Pero la cita a las urnas se fue a dar en el peor momento de la crisis, con un ataque especulativo de los mercados sobre la deuda soberana española durante los días previos. Así, la prima de riesgo española alcanzaba niveles record los días 17 y 18 y se situaba en zona de rescate, allanando aún más el camino de Rajoy hacia el Palacio de la Moncloa.
Pero la calamitosa situación de económica será ahora una dura labor a la que Mariano Rajoy deberá dar respuesta. Desde ya habrá que estar muy atento al comportamiento de los mercados financieros para ver cómo es recibido el cambio político en España, ya que la amenaza de intervención pende sobre la economía española. Los expertos confían en una relajación de los ataques especulativos gracias al resultado electoral, pero de no ser así el nuevo gobierno podría tener que enfrentarse a un recrudecimiento de la crisis económica desde su primer día en el poder.
Además, toda la sociedad española urge medidas que consigan revertir el constante proceso de destrucción de puestos de trabajo. Una tasa de desempleo del 21%, que llega a alcanzar el 46% entre la juventud, un millón de parados de larga duración y el millón y medio de familias con todos sus miembros sin trabajo exigen respuestas inmediatas. Empleo, reactivación económica, reducción del déficit público y control de la deuda han sido los ejes de una campaña ambigua que ahora Rajoy deberá afrontar.
Durante la campaña electoral se acusó al que será el próximo Presidente del Gobierno de tener un discurso conscientemente ambiguo. Tras esta estudiada ambigüedad existiría un programa oculto de recorte de prestaciones sociales, desmantelamiento de servicios públicos y desregularización laboral, en la línea que la Unión Europea está exigiendo a otros países con situaciones económicas complicadas como Grecia, Portugal e Italia. El propio Rajoy declaraba el jueves que “habrá que recortar en todo” excepto en las pensiones y que “será prioritario cumplir con los compromisos que España ha asumido en Bruselas”. Las medidas más duras podrían llegar en los primeros meses de gobierno, calificándolas como inevitables y justificándolas por la situación heredada del gobierno de Zapatero.
Otro aspecto clave de su gestión será lograr la consolidación del final definitivo de la violencia terrorista. Los avances alcanzados durante los últimos meses del gobierno de Zapatero le obligarán a desarrollar una extraordinaria capacidad de negociación. Esta será la manera de evitar una eventual ruptura del proceso a causa de la adopción de posiciones maximalistas provenientes de los sectores más duros de su partido. Así, en un muy breve plazo, deberá ir dando respuesta a ciertas demandas como son el acercamiento de presos de ETA a cárceles del País Vasco, una flexibilización de la política de beneficios penitenciarios que permita acceder a ellos más fácilmente y la salida de la cárcel de dirigentes de la antigua Batasuna que son actores fundamentales del proceso, especialmente Arnaldo Otegi. Los buenísimos resultados de la coalición de la izquierda independentista vasca Amaiur, le han reportado un buen número de diputados que serán un acicate parlamentario constante que exigirá a Rajoy compromisos claros.
Igualmente, un aspecto que marcará el tono del gobierno de Mariano Rajoy, será su actitud al respecto de determinadas legislaciones a las que se ha opuesto en los últimos tiempos. Entre ellas destacan la ley de memoria histórica, la nueva ley de aborto o el matrimonio homosexual. Los sectores más duros de su partido y la Iglesia Católica le presionarán para avanzar en su derogación.
EL FUTURO DEL PARTIDO SOCIALISTA
Una de las incógnitas que se abre es cuál será el futuro del PSOE. El batacazo electoral obliga a los socialistas españoles a iniciar un proceso de reflexión interna que permita poner al partido en situación de comenzar a ganar terreno a los conservadores. El candidato Alfredo Pérez Rubalcaba, en la comparecencia en la que reconoció su derrota, ya anunció que había pedido al Secretario General del partido, José Luis Rodríguez Zapatero, la convocatoria de un Congreso Federal para definir el futuro de la organización.
Desde el momento en que los datos anunciaban la histórica derrota del PSOE, las elucubraciones al respecto se dispararon. Todas las miradas se han puesto en la catalana Carme Chacón, quien renunció a presentarse a las primarias socialistas en beneficio de Alfredo Pérez Rubalcaba, pero que ahora podrían enfrentarse por la Secretaría General del partido. La actual Ministra de Defensa tiene muchas opciones de convertirse en la nueva líder de los socialistas españoles, insuflándoles fuerzas renovadas que puedan llevarles a aspirar a retomar el poder dentro de 4 años. Uno de sus hándicaps podría ser su condición de catalana, un factor que siempre se ha considerado negativo para los primeros espadas del escenario político español.
Sea como fuere, el PSOE está obligado a un profundo recambio de su dirigencia política y a retomar ciertas señas de identidad de la izquierda que fueron abandonadas cuando estalló la crisis económica. En este proceso aparecerán tensiones que, por su propio interés, habrán de resolver sin poner en peligro la unidad del partido.
“Súmate al cambio” pedía el slogan electoral del Partido Popular y ayer España apostó clara y mayoritariamente por ese cambio. Ahora bien, el complicadísimo marco de crisis económica, con unas tensiones en los mercados financieros que están afectando y haciendo caer gobiernos de todo signo, pueden hacer que el cambio no vaya mucho más allá de una cuestión nominal. Los ataques especulativos sobre la deuda española, los índices de la prima de riesgo y, sobre todo, las exigencias de la Unión Europea, están consiguiendo que la profundidad del cambio dependa más de Ángela Merkel y Nicolás Sarkozy que del propio Mariano Rajoy. En pocas semanas, cuando Mariano Rajoy comience a desvelar su plan de gobierno, se podrá ver la verdadera dimensión del cambio español.