Vivir en el paraíso se paga… y vaya si lo estamos pagando este año. No es que los asturianos necesitemos largas semanas de sol ardiente ni de temperaturas más cercanas a los 40 grados que a los 30, pero al menos tener una estación que merezca el nombre de verano no estaría mal. Porque, más que verano, este año hemos disfrutado de un benigno otoño que adelantó su inicio 3 meses. Y si en algún momento hemos vivido en una verdadera época estival, esta se ha circunscrito a 3 o 4 días repartidos de mala manera. Con lo cual hemos tenido que entregar, una vez más, nuestro periodo de asueto estival a la forma de veraneo que nos ha hecho famosos, a saber, comer y beber hasta la extenuación. Aunque, sinceramente, tampoco es un mal plan.
Como decía, vivir en el paraíso se paga y así es como lo pagamos los asturianos. La perfecta combinación de alta montaña, naturaleza verde, playa y clima suave, reunido todo ello nuestros poco más de 10000 kilómetros cuadrados, y de lo que disfrutamos 365 días al año, trae su factura en forma de lluvias incesantes, casi eternos días grises y un constante frescor ambiental que se extiende hasta el pleno verano. Por ello, este humilde gestor de este poco exitoso blog, haciendo uso de su escaso tiempo libre, se agarra unos días y se cruza la península por la histórica arteria romana de la Ruta de la Plata, en busca de eso que llamaban verano. De él saben mucho en la ciudad del olor a azahar. Cambio, sólo temporalmente, la sidra por el rebujito, la fabada por el gazpacho y, sobre todo, este otoño adelantado por el más genuino y abrasador verano. Y, para que sanamente me envidiéis, os dejo un par de videos, para que sepáis de dónde parto y hacia dónde voy. Hasta dentro de una semana mis escasos, pero ilustres, lectores.
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