Carta abierta a Víctor Posada…
Querido hijo,
acabas de nacer y lo has hecho en un mundo
repleto de imperfecciones, fruto de una humanidad que en muchas ocasiones no
merece tal nombre al gastar sus energías en pisotear a sus iguales mediante guerras,
explotación, desigualdad o discriminación. Pero, además, naces en una época
histórica en la que las luchas de los hombres y mujeres justos se encuentran en
una encrucijada que determinará el futuro de la humanidad. El deshumanizado orden
de la globalización neoliberal llega a su fin sin que acabe de aparecer un
nuevo orden que lo sustituya. Los pueblos del mundo y las oligarquías pujan por
ser los protagonistas del futuro, con éxito desigual. Mientras nosotros, el
pueblo, aún sabiendo que hemos de inventar nuevas formas de combatir la
injusticia, no acabamos de atinar con la manera de enfrentar los actuales retos.
Por su parte, la oligarquía, como alternativa a un orden que se resquebraja
ofrece una salida en forma de viejos monstruos que hace no tanto tiempo
escribieron las páginas horrendas de nuestra historia.
En este claroscuro histórico en el que has
nacido, lleno de oportunidades pero también de peligros, la humanidad parece
retroceder. Los derechos sociales conquistados por la clase trabajadora durante
más de siglo y medio de luchas menguan; la soberanía nacional que nos convirtió
en ciudadanos es expropiada por instituciones transnacionales al servicio de la
oligarquía; el heteropatriarcado que discrimina (cuando no mata) a más de la
mitad de la humanidad se mantiene e incluso se profundiza con nuevos y
refinados métodos; el ecosistema sufre cada día más por un modelo productivo
que puede llevarnos a la extinción…
Como puedes ver, Víctor, los retos a los que
nos enfrentamos son ingentes. Son los retos de un nuevo ciclo histórico que
requiere de toda nuestra inteligencia, nuestra generosidad y nuestra pasión para
afrontarlos con alguna posibilidad de éxito. Un nuevo ciclo histórico que, por
tanto, requiere de nuevas formas y nuevas herramientas de trabajo. Herramientas
que han de incorporar las lecciones de las luchas populares del pasado, pero
que han de evidenciar que se es consciente de que el mundo ha cambiado. No
podemos repetir mecánicamente lo que un día hizo al pueblo triunfar pero quizás
hoy no lo hiciera, ni mucho menos lo que ya nos hizo fracasar en el pasado;
tampoco podemos despreciar las enseñanzas de los que nos precedieron, sin
quienes hoy no seríamos nada. Los anhelos y los objetivos finales son los
mismos, los senderos diferentes y probablemente más serpenteantes que nunca,
pero por ellos caminaremos con las banderas del pueblo tan altas como siempre.
Víctor, en el momento de tu nacimiento,
nuestro país vive aquejado de grandes y profundos males inoculados por una
oligarquía vendepatrias. El mayor y más grave de ellos, y que en última
instancia es el que nos impide poner en vías de solución todos los demás, es el
rapto de nuestra soberanía nacional para ponerla al servicio de unos intereses
extranjeros que hoy someten a los pueblos de toda Europa. Como consecuencia de
ello, las cotas democráticas alcanzadas por las luchas de tus abuelas y
bisabuelos, ya de por si muy insuficientes, languidecen en manos de partidos e
instituciones sometidas a poderes foráneos; la rica plurinacionalidad de nuestra
tierra continúa amordazada y es manoseada impunemente en beneficio de
aspirantes a una especie de gobernadores imperiales de provincias; la riqueza
nacional es expropiada por oligarcas propios y foráneos que conspiran para
imponernos un modelo productivo que nos condena al subdesarrollo; las élites
políticas y económicas chapotean en situación de causi-impunidad en un lodazal
de corrupción, mientras intercambian papeles constantemente a través de puertas
giratorias que no se detienen; nuestros gobernantes escupen sobre los escasos
márgenes de soberanía nacional que aún conservamos, utilizándolos para legislar
recortes de libertades con los que pretenden atemorizarnos a base represión y
cárcel.
En estos días, cuando llevas poco más de tres
semanas entre nosotros, buena parte del campo popular de nuestro país se afana
en definir cómo ha de ser la herramienta más poderosa de la que ahora
disponemos. El resultado se verá en pocos días pero he de decirte ya que,
aunque aún estamos a tiempo de tener éxito, hemos cometido innumerables
errores. Hemos estado semanas e incluso meses sustituyendo lo que debería haber
sido un honesto, franco y productivo debate político por una cainita lucha de
poder. Pero aún podemos enderezar el rumbo. Esta carta que hoy públicamente te
escribo, y que tardarás mucho tiempo en comprender, es parte de mi modesta contribución
a la necesaria corrección.
Que tengamos éxito o fracasemos durante los
próximos días dependerá de que seamos capaces de darnos cuenta de que la
pluralidad es una riqueza y una de nuestras fortalezas. Que obliga a ser
inmensamente generosos y profundamente democráticos, para poder integrar a todo
el mundo y llegar a acuerdos en los que todos nos sintamos a gusto y nos veamos
reflejados. No sobra nadie si todos nos comportamos con lealtad. Me sorprendo
al ver cómo los protagonistas del nacimiento de esta herramienta a veces
parecen haber perdido su lucidez inicial.
Las propias posturas han de defenderse
abiertamente, con pasión y con respeto, con voluntad de acuerdo y con
consciencia de la ausencia de propia infalibilidad. No te voy a escribir desde
el pasado un largo análisis de debates que, para cuando tú puedas comprender
estas líneas, no tendrán ningún interés salvo para algunos pocos estudiosos del
asunto. Pero si acertamos y conseguimos pasar a la historia por la puerta
grande, conocerás los nombres de los protagonistas de esta etapa. Sobre todos
ellos, el de Pablo Iglesias, la figura sin cuyo liderazgo hubiera sido muy difícil
llegar hasta aquí y cuyas tesis son las que nos pueden permitir acabar
definitivamente con el caduco régimen del 78 y recuperar la soberanía nacional,
ambas dos cosas condiciones indispensables para construir un país
verdaderamente democrático, justo e igualitario. Pablo Iglesias, sus tesis y su
equipo, entre los que destacaría a Manolo Monereo, Rafael Mayoral, José Coy o
Javier Sánchez, son lo que hoy recibirán mi apoyo para el futuro de Podemos
También oirás hablar de Íñigo Errejón, otra
figura fundamental en Podemos y de la que no se ha de prescindir. En
condiciones normales, a pesar de mis discrepancias con él, hoy también
recibiría mi apoyo para ser parte de la dirección. Pero mi absoluta convicción
de que el régimen utilizaría ese apoyo para cuestionar la legitimidad del
liderazgo de Pablo Iglesias, junto con el hecho seguro de que resultará elegido,
me lleva a no votarle. Pero sí a algunas personas de su equipo que considero
fundamentales para la conducción del campo popular: Jorge Moruno, Pablo
Bustinduy, Rodrigo Amirola o Raimundo Viejo.
Y más aún, dentro de esa necesaria pluralidad
que ha de integrase, también merecen mi confianza compañeros como Miguel Urbán,
César Rendueles y Nacho Vegas.
De esta manera, Víctor, en este país y en el
momento histórico en el que has venido al mundo, pretendo contribuir a
construir una herramienta útil para el campo popular, para que pronto puedas crecer
en una España verdaderamente democrática, en la que los derechos sociales estén
garantizados, en la que con o sin trabajo todos nuestros compatriotas puedan
vivir con dignidad, en la que los derechos humanos rijan para todos y todas,
sea donde sea que cada uno haya nacido, y en la que toda la riqueza del país
esté sujeta a una ya al fin recuperada soberanía nacional.
Seguramente hoy yo también esté cometiendo
más de un error y sean muchas las personas que discrepen de mi apuesta. Espero
que con todas ellas seamos capaces de estar a la altura que el momento
histórico requiere. A todas ellas les deseo inteligencia para saber seguir caminando
juntos, independientemente de las posturas que se sostengan durante estos días.
Mi reconocimiento a todos los que han contribuido a un debate profundo, que
indudablemente es apasionado, pero que han sabido afrontarlo con voluntad de
acuerdo e integración.
Hijo, espero que todos seamos capaces de poner
lo necesario para que, cuando puedas llegar a comprender esta carta, ya estés
disfrutando, tú y toda tu generación, de los frutos de un pueblo que salió
triunfante de una encrucijada histórica.