Siguen pasando los años, sigo perdiendo los papeles (los escritos y los otros), y un día me encuentro residiendo en Buenos Aires. La causa no viene a cuento, pero la maravillosa experiencia de vivir en la patria del tango, de Maradona, de ese fenómeno político inescrutable que es el peronismo, del mate y de muchos y buenos amigos que allí dejé, es en parte la causa de que hoy esté creando este blog. Así ví la realidad argentina en Septiembre de 2009...
El campo argentino vuelve a estar en pie de guerra. En estos días ha vuelto a parar, retoma la movilización, vuelve a plantearse el corte de rutas y sigue intentando poner al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner contra las cuerdas. Un espectador poco y/o mal informado llegaría a la conclusión de que el pequeño productor agrícola argentino está sufriendo una suerte de desgracias en la que se combinan sequía, crisis internacional y el furibundo ataque de un gobierno que pretender destruir el campo argentino. Sin duda este espectador lo sería de Canal 13 o canal America, que acompañaría de la edición diaria de Clarín… lo cual es, o viene a ser, lo mismo. Pero rascando mínimamente bajo esta ficción interesada vemos que nada más lejos de la realidad. La representación del pequeño agricultor dentro de la totalidad del campo argentino es tan pequeña que estadísticamente es intranscendente… repito estadísticamente. Incluso comparativamente en tamaño de explotación sería despreciable el tradicional latifundista andaluz. En todo caso, recientemente la presidenta ha anunciado la devolución completa de las retenciones para los pequeños y medianos productores de maíz y trigo. Pero los intereses que viene a defender la Sociedad Rural y su Mesa de Enlace con el gobierno no son precisamente los del pequeño agricultor. Pero veamos que es lo que está pasando realmente.
En estos días se ha debatido la ley de delegación parlamentaria que concede los llamados superpoderes a la presidenta. Uno de ellos es la capacidad de fijar retenciones a la exportación. Curiosamente este poder lleva en manos del ejecutivo desde la dictadura y solo ahora la Sociedad Rural ha visto la “necesidad democrática” de que este poder vuelva a manos de parlamento. Dejando al margen consideraciones de calidad democrática, que en todo caso no es lo que realmente está planteando la Sociedad Rural ni sus aliados a cada cual más conservador, su único objetivo es rebajar estas retenciones para engordar sus ya de por si fofos bolsillos.
Para hacer una radiografía de la realidad basta con fijarse en un solo producto, la soja, que supone el 93% de las exportaciones agrícolas argentinas y que está sujeta a una retención del 35%. La soja da unos beneficios en torno a 400 dólares por hectárea y con las actuales retenciones rinde a 200 dólares, mientras que solo da trabajo a 2 personas por hectárea, 10 veces menos que la pequeña explotación familiar de producción tradicional. Eso si, la producción de soja requiere de una fuerte inversión inicial en la que participan grandes capitales foráneos, por donde también se cuela la conocida Monsanto y sus tristemente conocidas prácticas. En definitiva, estos señores, lejos de preocuparse por la calidad democrática argentina, no pretenden otra cosa que exprimir aún más las actual coyuntura favorable para la exportación de soja, tapizando si es necesario todo el campo argentino, seguir expulsando a los pequeños productores a los que hipócritamente dicen defender y poner argentina en manos de los capitales extranjeros a través de finiquitar su autonomía alimentaria. Tanto ha desplazado el cultivo de soja a otro tipo de usos como el ganadero, que es posible que en breve plazo argentina tenga que importar carne.
En la reciente exposición rural del barrio porteño de Palermo se escenificó la confluencia de esta llamada gauchocracia con los representantes de la oligarquía argentina, a través del presidenciable y actual Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mauricio Macri, y su aliado, Francisco de Narváez, líder de la derecha peronista disidente y magnate de la comunicación. En el discurso de cierre de dicha exposición el jefe de la Sociedad Rural , Hugo Biolcati, anunció que ese era “el primer acto de la era post-kirchnerista” y se ofreció para “conducir la transición hasta 2011” . Si unimos esto al hecho de que la llegada de las dictaduras argentinas coinciden con momentos en los que un gobierno intenta meter mano al poder de los magnates rurales, es fácil concluir que los ánimos de la gauchocracia siguen siendo los mismos.
Por si fuera poco, estos personajes, herederos de los que pusieron a este país al borde del abismo no hace tanto, cuentan con la propaganda gratuita y diaria del todopoderoso grupo Clarín, con varios diarios y revistas, televisión por cable y en abierto, radios y demás. Grupo que con razón siente amenazados sus intereses por la actualmente en debate ley de medios, que pretende poner coto al poder de los monopolios y democratizar el espectro, poniendo fin a la actual ley de la dictadura que puso la radiodifusión en manos de Clarín. Que la ley sea efectiva en este sentido es un debate abierto en la izquierda argentina, pero la necesidad de avanzar por este camino es algo que ni Clarín, ni los Macri, de Narváez y compañía están dispuestos.
Estas dos batallas que está enfrentado el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, junto con la batalla del fútbol, que en definitiva es la misma que contra Clarín como gran damnificado que es del fútbol en abierto a través del contrato con el Estado, han evidenciado una vitalidad que ha sorprendido a una oposición conservadora que contaba con manejar la agenda de aquí hasta las elecciones de 2011. Pero los Kirchner siguen pretendiendo abarcar todo el espectro político, siguen mirando tanto a izquierda como a derecha, impidiendo de hecho el poder crear una agenda profundamente transformadora. Como evidencia está la negociación abierta entre el Ministro de Economía, Amado Boudou, y el FMI, que probablemente llevará a la vuelta de Argentina al artículo 4 del FMI, permitiendo así optar a líneas de financiación a cambio de la evaluación de la economía argentina por el propio fondo. Boudou asegura que, a pesar de abrir vías de financiación, no se permitirá que el FMI condicione la política económica argentina. Pero la historia no le respalda.
Tras la derrota electoral en las legislativas parciales de Junio, Néstor Kirchner anunció la creación de un nuevo proyecto político que afronte las presidenciales de 2011 con un programa de transformación. Pero a día de hoy no hay noticias al respecto, salvo su posible candidatura presidencial. El problema es que con anterioridad eligió apoyarse en el aparato del Partido Justicialista bonaerense y no es muy confiable este nuevo proyecto ahora que el justicialismo lo considera amortizado políticamente. Tampoco ayuda un incremento patrimonial personal del 300% durante los mandatos Kirchner. Y la realidad de las elecciones de Junio arroja una derrota de Kirchner, pero no de la izquierda. De hecho la derecha ha perdido casi 13 puntos en la ciudad de Buenos Aires y el verdadero vencedor no ha sido otro que el Proyecto Sur de Pino Solanas, situándose como el segundo candidato más votado en la capital alcanzando el 24% de los sufragios, con un programa basado en revertir totalmente el proceso privatizador de los 90 y poner en manos públicas los recursos naturales argentinos. Cualquier proyecto de confluencia de la izquierda no sería entendible, ni serio, sin contar con la primera fuerza opositora a la izquierda de los Kirchner.
Kirchner tuvo su oportunidad para situarse al frente de un verdadero proyecto de transformación. Sin duda ha habido aspectos positivos: aumento constante del salario mínimo, nacionalización de aerolíneas argentinas y de las AFJP (sistema de pensiones), independencia en política exterior, cierta política de redistribución, etc… Pero el no querer, no saber o no poder desprenderse de las ataduras del peronismo y del partido justicialista, así como un intento inicial de aliarse con el grupo Clarín, lo han llevado a zigzaguear por el espectro político, lo que no es suficiente para hablar de un verdadero cambio en la Argentina. No olvidemos que en ningún momento se ha planteado remover, ni de una manera mínimamente gradual, las estructuras económicas y políticas que sostienen el capitalismo argentino. Si a esto le sumamos los desmedidos y difícilmente explicables incrementos patrimoniales, el resultado es la invalidez personal para ponerse al frente de un proyecto unitario realmente transformador. A pesar de todo, a día de hoy aún cuenta con una gran base social que no hay que despreciar. Hacia dónde la dirija puede ser un acto que valga una calificación histórica.
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