viernes, 13 de enero de 2012

Rubalcaba Vs Chacón: La Interna del Socialismo Español

Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón se enfrentarán por la Secretaría General del PSOE. El congreso de los socialistas españoles tiene lugar en un momento de extrema debilidad tras los resultados de las elecciones de Noviembre. Analizamos el futuro de la socialdemocracia española y de la europea.



El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) celebrará su 38º Congreso entre los días 3 y 5 de Febrero en Sevilla. Un cónclave que se antoja fundamental no sólo para el futuro de los socialistas, sino para el conjunto de la política española. En él se determinará el nuevo rumbo de la primera fuerza de la oposición española y la dirigencia llamada a dotar de credibilidad a la alternativa al nuevo gobierno del conservador Mariano Rajoy.

El PSOE vive sus momentos más complicados en la actual etapa democrática. Las últimas elecciones generales le han otorgado el menor número de diputados (110) en todo el periodo posterior a la dictadura, habiendo perdido más de 4 millones de votos con respecto a las elecciones de 2008. Esto, sumado a los resultados de las elecciones autonómicas y municipales de Mayo, le sitúa en las cotas más bajas de poder institucional de los últimos 30 años.

Así las cosas, el 38º Congreso toma una relevancia histórica al tener que ser un obligado punto de inflexión en el devenir de la socialdemocracia española. Este congreso, de acertar en sus conclusiones, podría pasar a la historia como pasaron los congresos de Suresnes (Francia) en 1974, en el que se renunció definitivamente al marxismo y que aupó a la Secretaría General a Felipe González, o el del año 2000, que encumbraría a José Luis Rodríguez Zapatero. Ambos cónclaves fueron profundos procesos de renovación interna que acabarían por llevar al poder a los socialistas en 1982 y 2004.

CHACÓN O RUBALCABA

En esta ocasión, dos son los candidatos a hacerse con el control del partido, aunque aún podría surgir alguno más. Por un lado, el ex Vicepresidente y candidato a la Presidencia del Gobierno en las pasadas elecciones Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, Cantabria, 1951), y por otro, la ex Ministra de Defensa Carme Chacón (Esplugas de Llobregat, Barcelona, 1971).

El cántabro cuenta entre sus puntos fuertes con una amplísima experiencia política, que comienza en 1988, y que acompaña de la fama de ser uno de los dirigentes más astutos del actual panorama político español. Entre sus grandes logros políticos está el haber sido el Ministro del Interior que más éxitos alcanzó en la lucha antiterrorista, hasta el punto de conseguir la renuncia a la lucha armada por parte de ETA. En su contra opera su relativamente avanzada edad, que le llevaría a poder optar a la Presidencia del Gobierno con 64 años en 2015, y el llevar más de dos décadas en primera línea de la política española, lo que difícilmente casa con la imagen de renovación que necesita el socialismo español. Pero su gran obstáculo es ser el máximo responsable de la mayor derrota electoral del socialismo español en la actual etapa democrática.

Por su parte, la catalana Carme Chacón parece ser la viva imagen de la renovación. Como mujer sería un soplo de aire fresco tanto para el Partido Socialista como para la política española en general. Sería la primera vez en la historia de España que una mujer podría tener opciones reales de alcanzar la Presidencia del Gobierno. En su contra juega su poca experiencia en la primera línea de la política española, que data del año 2000, aunque este hecho también puede ser visto como un ejemplo de renovación. Y su condición de catalana, lo que siempre se ha considerado un hándicap para liderar proyectos políticos de carácter estatal. Precisamente por ello, en las últimas fechas, su equipo se está encargando de airear su ascendencia andaluza.

Ambos candidatos han plasmado su proyecto político en sendos documentos. La catalana es la que más autocrítica ha desarrollado a la hora de presentarse ante los militantes socialistas. “Nuestra pérdida de apoyos no se debe solamente a la crisis sino también a nuestros errores” llega a decir en su documento “Mucho PSOE por hacer”. En él se reflexiona sobre la imperiosa necesidad de recuperar los postulados de la socialdemocracia para combatir la salida antisocial a la crisis que está desarrollando Mariano Rajoy. Destacable es su apuesta por la construcción de una fuerza política socialdemócrata europea “que reivindique un gobierno económico democrático de Europa capaz de enfrentarse a la especulación financiera”.

Rubalcaba centra su proyecto en la recuperación del partido. Un partido más fuerte, más democrático, más participativo y más moderno. Quiere “un partido a la vanguardia de la participación tecnológica”, pretendiendo potenciar la intervención de los militantes a través de las redes sociales. Para ello hace la llamativa propuesta de  crear la “Federación Socialista 2.0 y la militancia 2.0”. Un documento político que, en la actual realidad de los socialistas españoles, parece adolecer de falta de autocrítica.

Ayer causaron sorpresa las declaraciones de Carme Chacón, en las que aseguró que “estaría encantada” de poder realizar un debate con su competidor sobre el futuro del Partido Socialista. Un guante que Alfredo Pérez Rubalcaba parecía estar dispuesto a recoger, pero que rápidamente fue descartado por la dirección del partido.

LA CORRELACIÓN DE FUERZAS

A priori, la candidatura de Alfredo Pérez Rubalcaba parte con la ventaja de contar con el apoyo del aparato del partido, un factor de mucho peso en una organización del tamaño y tradición del PSOE, con 133 años de historia. Pero, en los últimos años, varias han sido las ocasiones en las que la militancia acabó rebelándose contra los pesos pesados de la organización. Así ocurrió en 1998 cuando, en las primarias socialistas, Josep Borrell se impuso al candidato de la dirección Joaquín Almunia, aunque posteriormente tuviera que renunciar. Algo parecido sucedió en el congreso del año 2000, en el que José Luis Rodríguez Zapatero derrotó por escaso margen al candidato del aparato José Bono.

Por tanto, hay que relativizar la supuesta ventaja de Rubalcaba, que se plasma en los 58 avales de miembros del Comité Federal que ha presentado, frente a los 27 de Carme Chacón.

Más importantes parecen los datos que arroja el sondeo realizado por el diario El País. Según el estudio, Rubalcaba contaría con el apoyo claramente mayoritario de las federaciones de Galicia, Asturias, Cantabria, Euskadi y Castilla-León, lo que podría suponer 173 delegados. Chacón obtendría amplia mayoría en Madrid y Cataluña, lo que equivaldría a 180 delegados. Pero el cántabro tendría cierta ventaja en Aragón, Extremadura y Canarias, mientras que en el resto de los territorios el resultado es una incógnita. Por tanto, gran parte de la decisión final estará en manos de los delegados andaluces (234 de los 972 totales).

Aquí cobra importancia la figura de José Antonio Griñán, Secretario General del Partido Socialista de Andalucía. Desde su proclamada postura de “neutralidad activa”, ha pospuesto el decantarse por uno u otro candidato hasta que hablen los 8 congresos provinciales andaluces. Pero existen fuentes que aseguran que Griñán está desarrollando una labor soterrada en favor de Carme Chacón. De ser esto así y obtener los frutos deseados, la candidatura de la catalana se potenciaría enormemente.

EL FUTURO DE LA SOCIALDEMOCRACIA EUROPEA

Al margen del resultado de la interna socialista, lo que se está dilucidando en España es un capitulo más del presente y futuro de la socialdemocracia europea. No corren buenos tiempos para los postulados ideológicos socialdemócratas, que comenzaron a desdibujarse del accionar político de toda Europa allá por los años 70 y que hoy ya casi han pasado a la historia.

La crisis y las exigencias de los mercados han acabado por imponen un recetario único que inunda la política económica de todos los gobiernos europeos, sean del color que sean, lo que se está convirtiendo en la puntilla de la socialdemocracia. Contención del gasto comenzando por el social, privatización del sector público, desregulación laboral, políticas fiscales regresivas, incremento de la edad de jubilación y reducción de las futuras pensiones, etc… son parte de la agenda desarrollada tanto por los llamados socialdemócratas como por los conservadores.

El PSOE y demás partidos del continente provenientes de la socialdemocracia sobrevivirán, ya que son parte fundamental del sistema de partidos de las democracias europeas occidentales. Pero lo que resta por dilucidar es si estos partidos podrán ser capaces de volver a tomar la socialdemocracia como guía de su acción gubernamental. Hay varios fenómenos que llevan a ser pesimista con respecto al futuro de esta corriente ideológica en Europa.

En primer lugar, la internacionalización de las finanzas y la configuración de una Unión Europea basada en el mercado, en la que los capitales gozan de amplios márgenes de libertad de movimientos. Paralelamente a esto, se han construido unas instituciones europeas que, además de tener más que evidentes déficits democráticos, no han sido dotadas de instrumentos para el control financiero y han acabado siendo presas de sus lobbies. Su incapacidad se pone de manifiesto en cada cumbre europea donde nunca se acaba de decidir nada que frene la especulación en los mercados.

Frente a esto, los gobiernos nacionales están desarmados, carentes de soberanía en materia de política económica, atados al euro y a unas directivas europeas que siempre apuntan en la misma dirección neoliberal, y con la permanente amenaza de expulsión de la Unión Europea ante posibles incumplimientos. Por esto si fuera poco, la crisis ha potenciado el liderazgo alemán, cuya banca es la prioridad absoluta de la canciller Angela Merkel.

En segundo lugar, la desaparición del marco histórico que propició su preeminencia. La política socialdemócrata y su máximo logro, el Estado del Bienestar, fueron posibles gracias a la necesidad de contener las aspiraciones de un movimiento obrero europeo fuerte y que veía como se sucedían las conquistas sociales en la Europa de Este. El marco de guerra fría surgido tras la II Guerra Mundial y la necesidad de una rápida reconstrucción europea, junto con las tesis económicas keynesianas como receta contra la crisis de 1929, configuraron una Europa que se abrió a amplias concesiones sociales.

Ese marco ya hace 20 años que ha desaparecido. No hay modelo social alternativo triunfante, el movimiento obrero europeo es francamente débil y, por tanto, no hay necesidad de concesiones. Así lo están demostrando los mercados que, día a día, exigen más esfuerzos de desregulación que minan el Estado del Bienestar.

A pesar de todo, cada vez son más las voces que desde la socialdemocracia opositora critican las políticas de austeridad a toda costa. Muy diferente será que, estando en el gobierno, tengan la capacidad de actuar de tal manera arriesgándose a ser expulsados del euro e incluso de la Unión Europea. Las dimensiones de la crisis no acaban de ser conocidas totalmente y es más que posible que esta continúe recrudeciéndose. De ser así, la moneda única europea seguirá estando en peligro y con ella el conjunto de la Unión. Quizá la única esperanza real de la socialdemocracia europea sea la implosión de estas instituciones, devolviendo así la soberanía económica a los Estados. Pero ni siquiera un giro tan brutal de la realidad europea garantizaría que los gobiernos puedan abstraerse del poder de los mercados.