Ayer se vivió uno de los momentos álgidos de la campaña electoral española. Los favoritos a tomar el relevo de Zapatero al frente del Gobierno se enfrentaron en un debate en el que las encuestas otorgan la victoria al conservador Mariano Rajoy.
La pasada noche los españoles tuvieron la primera y última oportunidad de ver a los dos máximos candidatos a dirigir los destinos del país contraponiendo sus proyectos. Un esperado debate en el que el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba tenía puestas muchas de sus escasas esperanzas en remontar los 16 puntos de ventaja que las últimas encuestas otorgan a Mariano Rajoy. Tan conscientes de esta realidad eran en las filas del conservador Partido Popular que sólo accedieron a un único debate situado en los primeros días de campaña, intentando minimizar eventuales efectos negativos sobre el resultado de la jornada electoral del 20 de Noviembre
Así las cosas, ambos candidatos llegaban al debate con objetivos muy diferentes. Rajoy con la intención de gestionar de la mejor manera posible su amplia ventaja, mostrando su cara más amable. Rubalcaba dispuesto a arriesgar, buscando movilizar a un amplio electorado de izquierdas que ha dado la espalda al Partido Socialista durante los últimos tres años de gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Para ello, los socialistas apelan a los 8 millones de indecisos que revelan las encuestas, para quienes parecía construido tanto el tono como el contenido del discurso del candidato socialista.
RUBALCABA AL ATAQUE
Las diferencias comenzaron a marcarse desde la llegada al Palacio de Congresos de Madrid donde tuvo lugar la confrontación dialéctica. Mientras que el candidato conservador llegaba solo, el socialista se dejó ver acompañado por Elena Valenciano, su Coordinadora de Campaña, en un evidente guiño al electorado femenino.
El debate estuvo marcado por una puesta en escena muy agresiva por parte del candidato socialista. La amplia batería de propuestas que desplegó fue acompañada de un profundo conocimiento del programa de su adversario, intentando demostrar la existencia de una agenda oculta, según la cual un gobierno liderado por Mariano Rajoy pondría en peligro muchas de las conquistas del Estado de Bienestar. De esta manera, en varias ocasiones le exigió que explicara qué hará si ganara las elecciones, ya que en su programa "la redacción es deliberadamente ambigua y peligrosa".
Por su parte, el candidato conservador se defendía señalando que "eso es una insidia, cosa que, conociéndole, no me sorprende". Durante buena parte del debate, se limitó a recordar la calamitosa situación que vive la economía española, minando la credibilidad del socialista como miembro destacado del gobierno Zapatero que fue. De esta manera, sacó a la luz en repetidas ocasiones los casi 5 millones de desempleados, el millón y medio de familias con todos sus miembros sin trabajo o el 45% de desempleo juvenil.
Mientras que Mariano Rajoy apelaba una y otra vez al control de gasto público como política fundamental de su futuro gobierno, Rubalcaba asumía la nueva convicción que va asentándose en ciertos sectores académicos según la cual un excesivo ajuste puede comprometer el crecimiento económico y, por tanto, la salida de la crisis. De esta manera, el socialista planteó proponer a la Unión Europea retrasar 2 años el ajuste junto con la creación de un plan de reactivación económica que comparó con el Plan Marshall que sirvió para recuperar la economía europea tras la II Guerra Mundial.
Buscando movilizar el voto de la izquierda, Alfredo Pérez Rubalcaba desplegó una batería de medidas a las que este voto puede ser muy sensible. Así anunció un nuevo impuesto a las grandes fortunas y a la banca y un reordenamiento más progresista del impuesto de sociedades, además de un aumento de la imposición al alcohol y al tabaco para ayudar a la financiación de la sanidad pública. En lo que a fomento del empleo se refiere, anuncio descuentos en las cotizaciones a la seguridad social de las pequeñas y medianas empresas que contraten nuevos empleados y trabajadores en prácticas.
Mariano Rajoy centró su discurso en la recuperación del empleo. Para ello, anunció una reforma laboral que flexibilizará el mercado laboral, primando la negociación entre trabajadores y patronal en el marco de la empresa y reduciendo, por tanto, la capacidad de negociación colectiva de los sindicatos. Igualmente, anunció facilidades de pago de impuestos como el IVA para empresas en dificultades o con las que el Estado tenga deudas contraídas.
Ambos se acusaron de recortar en materia de políticas sociales. El conservador acusó al gobierno socialista de ser el que más lo ha hecho en todo el actual periodo democrático, mientras que Rubalcaba acusó a Rajoy de ocultar los recortes que los gobiernos autonómicos de su partido están llevando a cabo en comunidades como Madrid o Castilla-La Mancha.
Alfredo Pérez Rubalcaba también atacó al candidato conservador en materia de derechos, recordando que el Partido Popular se opuso a la ley de igualdad, a la ley de aborto, a la ley de muerte digna y, especialmente, al matrimonio gay. A este último respecto, Mariano Rajoy se defendió matizando que su oposición es al hecho de que se califique como matrimonio, recordando que en su día propuso llamarlo unión de hecho.
LLAMATIVAS AUSENCIAS Y ALGUNAS CONCLUSIONES
Llama la atención la ausencia de varios temas en el debate. Para gran parte del electorado debe haber sido desalentador que el movimiento de los indignados no haya merecido ni un sólo comentario por parte de los candidatos a la Presidencia del Gobierno. De la misma manera, apenas hablaron de política exterior, haciendo Mariano Rajoy una breve apuesta europeísta y por la potenciación de las relaciones con América Latina. Tampoco se abordó la situación de Afganistán, salvo para recordar al militar español caído recientemente, ni de Libia, Siria u Oriente Medio.
Aún más llama la atención que ETA sólo apareciera para ensalzar el trabajo de las fuerzas de seguridad del Estado y para que los candidatos se ofreciesen mutuamente a colaborar en el final definitivo de la banda armada. Tampoco se dijo una sola palabra sobre los casos de corrupción que salpican a ambos partidos. Dos temas que evidentemente pactaron no tocar, lo que privó al electorado de conocer sus posturas al respecto de dos cuestiones de grandísima actualidad en la España de hoy por hoy.
La batalla de la credibilidad parece haberla ganado claramente Alfredo Pérez Rubalcaba. Mientras que Mariano Rajoy constantemente consultaba sus papeles, prácticamente leyendo su alocución inicial y final y las primeras intervenciones de cada bloque, el candidato socialista hilaba su discurso sin apartar la mirada de cámara. Así consiguió dar una imagen de cercanía y convicción frente a un cierto grado de artificialidad que transmitía el discurso del conservador.
Así todo, la mayoría de las encuestas posteriores apuntan a Mariano Rajoy como ganador del debate. Pero más que una victoria dialéctica, lo que probablemente refleje este dato es una consolidación, gracias a su estrategia de perfil bajo, de los buenísimos resultados que al candidato conservador le auguran los sondeos. En todo caso, lo que faltaría por dilucidar es si el tono combativo de Alfredo Pérez Rubalcaba y la batería de propuestas de corte progresista que desplegó, así como la acusación vertida hacia Mariano Rajoy de tener una agenda oculta muy conservadora, han conseguido movilizar el voto de la izquierda. Esta es la tabla de salvación del candidato Rubalcaba, al cual cada vez le queda menos tiempo para evitar el peor resultado electoral de los socialistas en el actual periodo democrático, que daría a Mariano Rajoy una amplia mayoría absoluta.
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